Una etapa de mi vida


Escribo estás lineas junto a un pequeño vaso del viejo Jack Daniels mientras oigo una vieja versión jazz de fly me to the moon (Francis let's fly), y con el propósito de responder (tarde) a mi cita para el 19. La realidad, si no fuera tan cruel, parecería un videojuego: a cada paso que das encuentras cuerpos destrozados, trampas, payasos que cortan la respiración. Pero uno no es distinto de lo que ve, somos lo que vemos: recorriendo la realidad nos recorremos a nosotros. Y en lo que a mi respecta la vida es un videojuego que no permite insertar más monedas. Si mis primeros años de vida fueron un tutorial, ahora me encuentro ante el jefe final de fase, un monstruo grande e indestructrible en apariencia.

Acabar esta etapa significaría salir al mar y navegar con un capitán hecho de goma y un timón de gominola. Significaría no mirar atrás, avanzar sin parar. Que ese jefe de mazmorra volviese a ganarme significaría escapar con el rabo entre las piernas hacia un futuro incierto y con una venda en la cabeza.

Ahora mismo vendería mi alma por un power up que me asegurara la victoria. Si les digo la verdad acabo de alcanzar al big boss, con la esperanza de que cuando el humo se asiente mi enemigo se encuentre incosnciente, no preciso su muerte, sino cinco escasos segundos que me permitan alcanzar el final de fase mientras él se incorpora. Pero antes de correr hacia la puerta las normas del juego dictan que el humo ha de asentarse, hasta entonces permitanme rellenar mi vaso.

See you later friends!

0 comentarios: